“Cándido
en la asamblea” es una novela en la que nos muestra el autor un
extensísimo bagaje cultural, ya sea por su amplio conocimiento de
las artes en general y literario en particular con innumerables citas
de otros autores que aparecen intertextualizadas en su propio
discurso narrativo, homenajeando a través de este hecho
metaliterario el pensamiento ilustrado de sus autores de referencia,
desde aquellos que en su tiempo iluminaron el siglo de las luces,
Voltaire, Rousseau, Diderot, D´Holbach… como otros más cercanos a
nuestra españolidad como Lorca, Lope de Vega o Góngora. Ya sea
también por su vasto conocimiento de los hechos históricos y
políticos que han acaecido, fundamentalmente en el último siglo, a
veces de forma catastrófica, y otras, en cambio, esperanzadoras,
aunque luego se fueran diluyendo con el tiempo, quedándose en
semilla que nunca llegó a germinar, como ese “Mayo del 68” del
que el autor nos dice: “Buscaban la playa bajo los adoquines, y
encontraron a De Gaulle”.
Destaca,
sobre todo, en el tono filosófico de la novela que a mí,
particularmente, me recuerda a Unamuno, el arriesgado reto que
acomete Pepe Juan, al decidir escribir su primera novela usando las
tres voces, siendo más reflexivo su discurso cuando usa la primera
persona en la que rezuma a veces su alma ineluctable de poeta, más
lírico cuando usa la segunda y más narrativo y directo cuando
escribe en tercera persona. La alteridad de voces es un recurso
escaso en el panorama literario español, en muy pocas ocasiones lo
encontramos y menos aún realizado con tanta maestría en un obra
prima, sin que, en ningún momento se pierda el hilo de una historia
bien trabada por un lenguaje preciso al tiempo que narra en cada voz,
a la comtenporaneidad y a la complejidad humana de unos personajes
con los que cualquier lector se podría identificar y que se enredan
en una historia de amor y amistad a lo largo de los devenires del
siglo XX, no solo en nuestro país, sino que, al igual que el Cándido
de Voltaire, por toda la geografía de nuestro planeta.
Como
he dicho, “Cándido en la asamblea” es una novela de difícil y
bien conseguida ejecución debido al uso de la alteración de voces,
a la vez que es una reflexión filosófica sobre nuestro tiempo desde
la disquisición que ya nos planteó Voltaire hace más de dos siglos
a través de Cándido y Pangloss, sus personajes en “Cándido o el
optimismo”: ¿Acaso vivimos en el mejor de los mundos posibles?
Pero, además, la novela de Pepe Juan es un documento político cabal
de casi todo lo acontecido en nuestro país desde los tiempos de la
aciaga dictadura hasta las protestas populares del 15M, un tiempo de
esperanzas en el que creíamos vivir en el mejor de los tiempos
posibles cuando logramos desembarazarnos del yugo de los militares y
aquella iglesia fascista de Franco y que desembocó en desengaños
posteriores, llegada la crisis financiera de los bancos, la avidez
especulativa, el descreimiento en los valores democráticos de la
población y las restricciones vitales tras la imposición cruel y, a
veces, inhumanas de los recortes. Pepe Juan consigue recrear en su
novela la mayor época de cambios de nuestro país y establecer en
una trama paralela, teñida de ironía y mordacidad, las claves de
una actividad política marcada por la bondad de los buenos
sentimientos y la ambición sin medida de los intereses individuales
o corporativos. Nada deja en el cuaderno de notas, ejerciendo la
crítica sin concesión a sus compañeros de profesión y, adivino, a
él mismo, desde la contemplación de un Cándido que ejerce su
bonhomía en una asamblea, el parlamento, cada vez más aislado y
alejado de la realidad cotidiana de la ciudadanía. Pero su análisis
político no se ciñe tan sólo a España, indaga también en los
cambios históricos de la sociedad mundial, enfrentándonos como ese
homo sapiens que afirmamos ser sobre nuestra capacidad de generar
tanto el bien como el mal, capaces de crear ilusiones verdaderas para
creer con más vehemencia en nuestra singularidad humana o de arrasar
con guerras y hecatombes el más mínimo atisbo de razón. Como
paradigma central de esta dualidad que nos devora una pregunta que se
hace el autor en la novela ante la inminente caída del muro de
Berlín: ¿De qué lado caerá el muro, de lado de la esperanza o del
lado de la barbarie? Seguro que cada uno tiene una respuesta que será
igual o diferente a la del otro, dependiendo, como Pepe Juan ya nos
avisa en su novela, del optimismo o del pesimismo que albergue en su
armario existencial cada lector.
Con
respecto al argumento de la novela, soy de los que piensa que es
mejor no explicarlo porque corresponde a la curiosidad del lector
desentrañarlo, pero a modo de sucinta presentación copiaré algunas
líneas que aparecen en la sinopsis del libro: “Cándido es
corrector en la Asamblea y Carlos un médico y diputado por Badajoz
que escribe una versión de la célebre obra de Voltaire. Con
Mostesquieu y Leonardo Sciascia, es de la tesis de que historia tan
original sobre el optimismo merece ser escrita por cada generación.
Cree también que este Cándido de verdad, por su azarosa y, a veces,
extravagante vida, es el protagonista idóneo. Además de las
distintas fuentes que se procura y de las conversaciones con el
corrector, Carlos encontrará en los Papeles de Don José, abuelo de
Cándido, una réplica de Pangloss en los tiempos de la Dictadura, el
hilo preciso para hilvanar un relato lleno de aventuras y personajes,
donde realidad y ficción se van fundiendo y confundidendo en una
sola historia a lo largo de tres generaciones: la paulatina
transformación de Cándido y del propio autor: Del optimismo al
pesimismo, y viceversa”.
Una
buena y muy trabajada novela que no dejará indiferente a ningún
lector.
Francisco Vaz Gallego